Foto: @crossing__worlds

La hora sonó

Por Vagabundo Ilustrado, comunicador, @vagoilustrado  

A casi una semana de iniciada la movilización de los estudiantes secundarios en su llamado a “evadir” el Metro tras el alza de 30 pesos del pasaje, las acciones aumentaron. Ya el día miércoles y jueves sumaban a trabajadores –retornando a casa-, masivamente evadiendo el pasaje. Los llamados de gran parte de la clase política tradicional -tanto del oficialismo como oposición- a no evadir, no surtían efectos. Los medios que habitualmente critican las movilizaciones, también intentaron criminalizar la manifestación. Sin embargo, aquello no tuvo eco esta vez.

Mañana del viernes 18 de octubre de 2019 y en las afueras de estaciones de Metro las cámaras y micrófonos de la TV buscaban reacciones de las personas, pero lejos de criticar la movilización, la gente la apoyaba. Un punto de inflexión, un cansancio de décadas se hacía visible. La gente ante las cámaras defendía a los estudiantes y reclamaba por las constantes alzas y los bajos salarios. “Todo es caro; estudiar, la vivienda, la salud, todo. Y los sueldos son bajos y las pensiones paupérrimas”, reclamaban. 30 pesos que esta vez gatillaron la indignación, lo que no había pasado las 22 veces anteriores que había subido el pasaje desde 2007. Esta vez no hubo la resignación habitual, esta vez la indignación desbordó…la hora sonó.

Corría la tarde del viernes, y en la Estación Central de Trenes, estudiantes secundarios eran brutalmente reprimidos. Una joven resultó herida en una pierna. La imagen de su sangre derramada en el piso se viralizó por las redes. Se dio paso a llamados espontáneos a concentrarse en las plazas comunales. Carabineros como pocas veces debió retroceder en la mayoría de los puntos, y al caer la noche, la rabia se desató. Aquel “Oasis” latinoamericano del que se jactaba el presidente Piñera semanas antes, se revelaba como falsa ilusión. Aquel país inventado por los economistas de Chicago, ese que tan desarrollado se ve en las tablas de Excel, simplemente estalló en pedazos.

En la noche, los medios atónitos daban cuenta de barricadas en casi toda la capital. El presidente, que en plena crisis comía con su familia en una pizzería de Vitacura, debió correr a La Moneda. ¿Su solución? “Estado de excepción” y sacar a los militares para apaciguar y controlar la ciudad, declarando de paso una guerra imaginaria, contra un enemigo imaginario. Ya para el domingo no era solo la capital (donde afectaba el alza de transporte), sino en todo el país. La crítica principal era contra el modelo neoliberal impuesto durante la Dictadura de Pinochet, y que, al término de ésta, fue administrado y profundizado por la Concertación (socialdemócratas) estableciendo un país desarrollado en los números, subdesarrollado en realidad, profundamente desigual y hastiado de no verse representado políticamente, ni en los medios, ni siquiera en la publicidad comercial.

Foto: Cristián Cuevas @cricuebar

La salida a la crisis fue un acuerdo político -entre la mayoría de partidos del Congreso- el 25 de noviembre, para iniciar un proceso constituyente que diera termino a la Constitución de la dictadura que aún rige. Con profundo escepticismo y fundada desconfianza, la gente accedió, pero sin dejar de manifestarse, en particular, todos los días viernes. Algo solo alterado por la pandemia… por un rato.

Así, el 25 de octubre de 2020 se realizó el plebiscito, el que, a pesar de la pandemia, congregó la mayor participación electoral vista en la historia del país, en particular, de los sectores empobrecidos. ¿El resultado? 80% de la gente exigió una nueva constitución (Apruebo), y solo el 20% la rechazó, evidenciando a una minoría privilegiada contra los cambios que exige la mayoría del país. Y se exigió además que no fueran políticos tradicionales (con la mayoría de Partidos políticos sin legitimidad), sino gente nueva que se elegirá completamente para redactar el nuevo contrato social, que, además, tendrá que ser compuesta por 50% de mujeres.

El saldo de la represión hasta ahora ha sido brutal como lo consigna 4 informes internacionales sobre graves violaciones a los DDHH: 16 muertos durante el “estallido social”, miles de heridos (registrados), más de 400 mutilados (perdida de un ojo o ceguera total), y cientos de encarcelados. Y aun así la gente sigue manifestándose, mas politizada que antes –aunque los medios intentan pacificar- a la espera de que el proceso constituyente de frutos, pues sino (como se dice ya en vox populi), vendrá un nuevo estallido social, más fuerte y sin espacio para una salida institucional.