Foto: Cristián Cuevas @cricuebar

La ausencia del Estado en Chile

Por Sophia Boddenberg, Journalistin @sophiaboddenberg

Desde que llegué a Chile como estudiante de intercambio, me impactó que cosas que son derechos básicos y fundamentales como la salud, la educación, las pensiones, sean bienes de mercado que no están garantizados por el Estado, y que hasta ahora la clase política no sea capaz de garantizarlos. También me llama la atención que las personas que han luchado por estos derechos sociales básicos, desde el movimiento estudiantil, el movimiento no más AFP, etc., son categorizados como de extrema izquierda por las elites políticas y económicas.

Otra cosa que me ha impactado es la falta de oportunidades para los jóvenes, lo cual se nota mucho en la falta de soñar en un futuro, en las altas tasas de depresión y de suicidio adolescente, lo que muestra, entre diversos factores, que no creen que tengan un futuro por delante. El Estado no se hace cargo de la infancia, ni de la educación, las universidades tienen un alto costo, no hay oportunidades laborales y los sueldos son muy bajos. Es muy difícil imaginarse un futuro en Chile siendo joven. Sin embargo, esto contrasta con lo que he visto durante la Revuelta, finalmente vi que había otro propósito en la juventud, de creer que es posible cambiar las cosas y tener un futuro distinto.

He visto como la pobreza se manifiesta en muchos niveles. En la vivienda, el hacinamiento, en la gente que vive en situación de calle. Siempre me ha impactado mucho que muchas personas jubiladas viven en situación de calle porque no les alcanza para vivir con sus pensiones. Para qué decir la falta de acceso al deporte y la cultura. Una vez fui a un pueblito muy chico en el sur por una investigación sobre pescadores artesanales. Unos niños querían hacer una obra de teatro y uno de ellos me pidió ayuda con su guion. Yo le pregunté si había ido al teatro alguna vez y me dijo que nunca había ido, porque no había ningún teatro cerca. En eso también se nota la pobreza, sobre todo en un país tan centralizado como Chile.

Durante de la pandemia, el hambre dejó expuesta la falta de estructura de protección por parte del Estado, creciendo mucho las cifras de desnutrición infantil, y de obesidad infantil, que también es una forma de pobreza, por la mala alimentación. Aquí se notó mucho la importancia de la solidaridad, de las ollas comunes, que cubren la ausencia del Estado en cosas tan básicas.

Durante la Revuelta vi la ciudad llena de barricadas. Había una mezcla de furia y euforia: el enojo por tantos años de abusos, desigualdad, pero al mismo tiempo esa alegría de encontrarse en las barricadas, que se convirtieron en fogatas donde la gente bailaba, cantaba, se abrazaba.  Era una mezcla de emociones muy intensas, en donde además permanentemente la brutalidad policial dejaba muchas víctimas. Empecé a reportear cada jornada, escuchar a la gente, sus motivos, sus impresiones, sus esperanzas. Con la revuelta se abrió un horizonte de creer que otro futuro es posible. El escenario es complejo, con la pandemia, la militarización, y la profunda crisis de institucionalidad y de esta democracia representativa, por lo que no toda la gente confía en el proceso de la Convención Constitucional que está trabajando en una nueva Constitución. Yo espero que de ahí salgan cambios importantes, creo que una parte de la revuelta está en la Convención, y la otra parte continúa en la calle, en las asambleas territoriales, en el arte, como que se liberó una energía muy potente que todavía sigue estando de manifiesto en muchas distintas expresiones, y que buscan transformar Chile.