Foto: Cristián Cuevas @cricuebar

El Estado es perpetrador y garante de las violencias machistas

Por Karina Nohales, Comité Internacionalista de la Coordinadora Feminista 8M, Abogada @karina_nohales

Al igual que en numerosos países del mundo, en Chile ha tenido lugar en los últimos años la irrupción de un movimiento feminista de masas. La impugnación a la violencia patriarcal y la defensa de los derechos sexuales y reproductivos -especialmente el derecho al aborto legal, libre, seguro y gratuito- han estado en el corazón de las movilizaciones en diversas latitudes. 

Nuestro movimiento surge como una respuesta a la violencia patriarcal, negándose a subordinarse a que se trata de “problemas de las mujeres”, articulando en su seno corrientes feministas muy diversas sin la aspiración de saldar deudas teóricas, sino con la sencilla y deliberada vocación de convocarnos a abrir un proceso de lucha desde un feminismo que hable de todo y que ponga nuestras vidas -las de mujeres, niñas y disidencias sexuales y de género- como un problema político de primer orden. Así, desde el feminismo organizado, se ha impulsado durante los últimos tres años un proceso de transversalización del feminismo en el conjunto del movimiento social -para tornarlo ineludible-; procesos de debate programático a través de masivos encuentros presenciales del que participan mujeres y disidencias de todo el país y de los cuales ha nacido el “Programa Feminista Contra la Precarización de la Vida” que cuenta con más de dieciséis ejes temáticos, demandas y propuestas que abordan problemas como la vivienda, el trabajo, la seguridad social, la niñez, el medio ambiente, la represión, los derechos humanos, el derecho a la autodeterminación de los pueblos originarios, entre otros; y, finalmente, la Huelga General Feminista del 8 de Marzo, jornadas que desde 2019 han constituido las movilizaciones más masivas en los últimos treinta años. No es un hecho casual que el histórico 8 de marzo haya sido la antesala de la revuelta popular de octubre de 2019.

La Huelga General Feminista se ha entendido como un momento de lucha, pero también como un proceso de polítización para nosotras mismas y para el conjunto de la sociedad. La Huelga ha sido un proceso por el cual las mujeres y disidencias han disputado el lugar de especificidad en que se nos ha colocado para afirmar que el feminismo es en estos momentos una forma de acción política de la clase trabajadora a través del cual sus sectores históricamente excluidos pasan a la primera fila.

En virtud de una división sexual del trabajo recae sobre las mujeres una ingente cantidad de labores que no pueden detenerse y de las que depende el existir individual y colectivo, el impacto de las políticas neoliberales que afectan al conjunto de la población (la privatización y desmantelamiento de servicios públicos, de endeudamiento privado, de precarización del trabajo remunerado, de devastación medioambiental, etc.), golpea con redoblada fuerza a las mujeres y reproduce, de manera muy concreta, las violencias machistas y patriarcales contra las que nos levantamos. La cada vez más difícil autonomía económica, la ausencia de acceso a la vivienda propia son algunos ejemplos. Es en la precarización de la vida que estas violencias se sostienen.

Foto: Cristián Cuevas @cricuebar

Por otra parte, en un contexto de resistencias globales contra el neoliberalismo, la supervivencia del modelo ha ido dependiendo cada vez más de políticas represivas, verificándose al presente lo que hemos denominado un giro autoritario de las democracias.

Esta crisis, que es sistémica, no se resuelve con un par de políticas públicas focalizadas con perspectiva de género. El movimiento feminista ha comprendido muy bien que para transformar las condiciones que hacen posible que las violencias patriarcales tengan lugar, es necesario transformarlo todo. Esa crítica estructural compromete en primer lugar al Estado, cuyo carácter racista y patriarcal ha sido pertinentemente expuesto por el colectivo LasTesis en su performance que dio la vuelta al mundo: el Estado no es neutro, sino que es perpetrador y garante de las violencias contra las que nos movilizamos.

Así, la Huelga General Feminista en Chile ha sido convocada en un carácter anticapitalista, antirracista, transfeminista, lesbofeminista, disidente, anticarcelaria, plurinacional, migrante, transfronteriza, antinegacionista, antiextractivista, antifascista y transgeneracional. Y la principal respuesta del Estado a todo tipo de movilizaciones en Chile ha sido la represión, esto es necesario denunciarlo porque han existido numerosos casos de violencia política sexual por parte de agentes del Estado. Sin embargo, en relación a las demandas feministas tampoco ha habido respuestas políticas. 

Desde el establishment existe el deseo de conducir los debates feministas hacia un terreno estrecho y en clave de “igualdad”. Igualdad salarial, en las pensiones, en el acceso a las instituciones represivas, en los directorios de las empresas, etc. Nosotras hemos respondido que sin duda es necesaria la igualdad salarial y en las pensiones, pero que no nos basta igualarnos a los hombres en la miseria, porque si bien los salarios y las pensiones de las mujeres son más bajos, los de los hombres siguen siendo miserables. Y también hemos dicho que no queremos igualarnos a los hombres para participar equitativamente en la administración de lo que existe. No queremos participar en igualdad con los hombres para reprimir o explotar a otros desde el cuerpo de policías o desde los directorios de las empresas. Queremos transformar radicalmente lo que existe, no hacernos parte de su administración.