Foto: Cristián Cuevas @cricuebar
EDITORIAL Nr. 29 Chile / Nr. 3 Alemania
“Chile, la ilusión de un Estado”
Por Nathaly Jones, comunicadora, directora Revista Mala @la_nathaly_jones
La crisis del modelo político es una compleja realidad que se repite a lo largo y ancho del planeta, especialmente en el tercer mundo. El avance de la ultraderecha con soluciones populistas, logra una desconcertante adhesión, alimentando discursos de odio y antidemocráticos que crecen peligrosamente. Por otro lado, la pandemia sanitaria ha producido una crisis económica global, dejando al descubierto la precariedad de la clase trabajadora a la que no escapa la realidad chilena.
El modelo neoliberal chileno, implantado en dictadura y profundizado en los últimos 30 años de democracia, privatizó todo, incluso los derechos sociales como las jubilaciones, la educación y la salud, que quedaron en manos del mercado. La corrupción del poder político, económico y judicial ha sido el sello de la democracia chilena. El Estado no cumple ningún rol en la seguridad social, ni tampoco en ninguna de las principales preocupaciones y dificultades en la vida diaria de las personas. La vulnerabilidad social y la propaganda fascista instalan el miedo en la vida de las personas, el cual se profundiza ante el descontrol de la delincuencia y el narcotráfico, sometiendo a la población a una escalada de violencia.
En medio de este escenario, diferentes organizaciones sociales y territoriales han surgido para instalar la solidaridad como una forma de cubrir y resolver precariamente lo que el Estado no hace. En plena pandemia, el hambre fue el duro reflejo de la indefensión de las personas, bajo un modelo que no garantiza los derechos más básicos. Organizaciones autogestionadas con muy pocos recursos intentan hacer paliar esta situación de precariedad en medio de tanto sufrimiento, pero no pueden solucionar los problemas de fondo. En Chile se necesita una transformación profunda capaz de restituir los derechos sociales y equilibrar la distribución de la riqueza que hoy queda en manos de una pequeña clase privilegiada.
Ante el escenario electoral en curso, la extrema derecha chilena, fortalece un discurso populista que se levantan como eje central ante la opinión pública, prometiendo soluciones inmediatas para las grandes preocupaciones de la gente: mano dura contra la delincuencia, mayores atribuciones a las policías, mayor seguridad, terminar con la corrupción y reducir el Estado. Este discurso fascista que anula sistemáticamente una alternativa de izquierda, llevando al oponente político hacia el centro, y fortaleciendo a su vez un discurso en que recoge la idea de “mano dura”, prometiendo transformaciones para lograr gradualmente una mayor justicia social en un clima de seguridad y estabilidad política. Al mismo tiempo en que realiza alianzas con las mismas fuerzas políticas que han gobernado los últimos 30 años y responsables de la profundización del modelo neoliberal.
Es evidente que el fascismo jamás será una opción. Sin embargo, la percepción de una ausencia a soluciones reales a la crisis, augura que para las y los chilenos, no será fácil recuperar sus derechos y estabilidad política. Sin lugar a dudas, el camino sigue siendo la organización social, la solidaridad de clase, y continuar la lucha iniciada en la Revuelta de 2019, hasta que valga la pena vivir.