Foto: Nicole Kramm @nicole_kramm

Bitácora de un Estallido Social

Por Nicole Kramm Caifal, documentalista @nicole_kramm

El 17 de octubre, en la antesala de la revuelta, estuve retratando con mi cámara lo que pasaba en las evasiones masivas en el metro. La alegría y la rebeldía que esparcieron los estudiantes sumó a mucha gente que sonreía cómplice ante la protesta. Le dije a un amigo que era uno de los días más emocionantes de mi vida. El 18 de octubre lo viví en el metro con cientos de estudiantes que ejercían su legítimo derecho a la protesta. Pero de la alegría al espanto, un segundo, la violencia desmedida nos impactó, y desde esos días, no paramos más, fueron concentraciones, marchas, fogatas, cacerolazos, barricadas, resistencia, represiones, abusos policiales, militares en las calles y entonces llegaron las muertes.

Era un hecho, militares y carabineros violaban los derechos humanos en Chile todo el tiempo, por eso les fotografiábamos, los grabamos, los atemorizamos con el lente, nuestras armas fueron las cámaras y ellos lo sabían, nos amedrantaban y atacaban porque denunciábamos todas sus malas prácticas, todos esos protocolos que no cumplían. Un solo día en la Alameda, conté a 10 gráficos y periodistas heridos, pues éramos blancos de interés, los pacos al ver nuestras cámaras, nos disparaban directo al cuerpo. Por la Alameda pasaban personas heridas en todo momento, nos disparaban descontroladamente, vi correr la sangre por sus caras, era tan angustiante que un día bajé mi cámara y lloré, sentía que era una masacre. De pronto un carabinero me apuntó directo al rostro, con completo sadismo y total alevosía. Sentí un miedo horrible a terminar ciega o muerta, una palmera me salvó de aquel disparo inminente.

Pero en la noche de año nuevo, una hora antes del 2020, un carabinero me disparó un balín directo a mi ojo izquierdo, mientras caminaba junto a unos colegas por la Alameda. No fue en medio de una protesta ni de una multitud. Simplemente el Carabinero me disparó por habernos visto con nuestros equipos audiovisuales. Mi ojo, mi lente se trizó. En un medio de comunicación, describieron que si mi ojo fuera una cámara, la abertura de diafragma ya no funcionaría; el teleobjetivo no precisaría, habría poca o nada profundidad de campo y las fotografías estarían cubiertas en un 95 % por oscuridad.

Nunca pensé que la vida me cambiaría tanto entre un abrir y cerrar de ojos, no es fácil de aceptar, los doctores dijeron que el daño era irreversible, que no existía una operación para salvar la visión. Eso fue para mí como revivir el disparo, ese disparo del paco cobarde que apagó parte de mí y que me hizo sentir tanto dolor. Tenía miedo, desesperanza e impotencia, me habían arruinado la vida.

Foto: Nicole Kramm @nicole_kramm

El primer tiempo fue muy duro, tuve días brutales, lloré mucho de dolor. Tenía la presión tan alta que sentía que el cerebro me iba a explotar. Sentía que desde la cien me calaban un cuchillo hacia el ojo. Mareos, vómitos, pérdida del sentido de profundidad. Así llegó la era de parches oculares, porque la luz en el ojo nos mata. Me transformé en una especie de murciélago, cerraba todas las cortinas hasta lograr oscuridad. Veía solo negro y luces periféricas, lo mismo que en la foto, a veces la retina se vuelve relámpagos y flashes, revolotean luces.

Tomé mis cosas y me fui a Wallmapu, a encontrarme con mi pueblo mapuche. Una machi, curandera indígena, me hizo unos remedios milenarios, mientras me hizo una rogativa en lengua nativa mapudungun, sentí como me observaba atenta y esperanzada. Me dijo que tengo newen de guerrera en la sangre, que estaré bien. Caminare con la Pachamama, vibraré en sanación, me protegeré.

Yo quiero justicia para mí y para todxs mis compañerxs. Hoy, denuncio que en Chile se violan sistemáticamente nuestros Derechos Humanos y con completa alevosía. Lo vi, lo viví. Balas contra piedras, cobardes quienes se atreven a disparar a su pueblo. He visto el terror y el espanto en la cara de la gente y en la mía, pero sé que mis ojos que también han visto tanta alegría como horror, no se cerrarán, ni con toda la represión del Estado. Su política del terror no funcionará, seguiremos registrando, denunciando, documentando, porque no abandonaremos las calles. Seguiremos rompiendo el cerco comunicacional del estado para construir comunicación social al servicio del pueblo.